Que gusto da devolver la vida a un viejo Madelman. Llegan a casa destrozados, con heridas mal curadas, y con los músculos flácidos por tantas horas de juego.
Hay que mantenerlos en buena forma física porque sobrevivirán a la generación que jugo con ellos. Estos de la fotografía ya están reparados y listos para nuevas aventuras.
Un Madelman nunca se jubila.
Un Madelman nunca se jubila.